Pensé que amaba su alma. Entonces mis ojos se abrieron, pudieron ver que mi corazón solo amaba su lugar, el espacio que ocupaba, el tiempo que me permitía no sentirme sola, amaba el tiempo que me ocupaba. Creí que dolería mucho más, tal vez si se amara el alma y no su presencia... Cuando se ama su espacio en el espacio, puede que duela el arrancar una costumbre, que duela el fin de un pasatiempo, pero jamás dolerá como cuando se ama el alma... me supongo...
Tal vez diría como Ventimilla, "¡Y amarle pude, delirante, loca!" y... ¡Ya mejor olvídalo!
Claro el problema está en que solo se conoce su rostro, tal vez un disfraz, elaborado para calzar en tus expectativas; cuando se conoce su alma no hay pequeños dobleces, todo te lo muestra, pero es a lo que se arriesga uno, cuando se amó una hueca compañía... donde su base se apoyó en la soledad, en una búsqueda fracasada por sentirte lleno... de lo que sea...
Entonces súbitamente una retrospección pasa por tu mente de todo lo vivido... y dices: ¡ya olvídalo!
Tal vez diría como Ventimilla, "¡Y amarle pude, delirante, loca!" y... ¡Ya mejor olvídalo!